miércoles, 15 de julio de 2015

"La Virgen del Carmen"




Portada. Diseño original
En la víspera de la onomástica de la Stma. Virgen y a pocas horas de su Salutación encuentro oportuno hacer una sencilla síntesis de una marcha por la que profeso una especial predilección, dedicada a la imagen que me acompañara casi a diario desde los cuatro hasta los dieciocho años de edad desde la altura de su camarín en San Cayetano, lo cuál continuó haciendo, con posterioridad y pese a la distancia, a través de las estampas y de los recuerdos.
 
La marcha, compuesta con ocasión de la Coronación Canónica de la imagen, tuvo un estreno menos metódico de lo que yo habría imaginado, aunque no por ello carente de emotividad. Las primeras notas habían sido plasmadas con mucho tiempo de antelación, pero no fue hasta algunas semanas antes de la efemérides cuando me decidí a acabar la composición, lo que terminó de fraguarse significativamente más tarde de lo que el lector podría intuir. Ya se habían celebrado los dos Conciertos Extraordinarios -ofrecidos por La Esperanza y por Tejera, durante los cuáles se habían interpretado otras tantas marchas dedicadas a la Virgen-, enmarcados dentro del extenso programa de actos a desarrollar. No quedaba otra: la marcha debía estrenarse en la calle, y lo hizo en la misma plaza de Santa Marina -corazón del barrio-, parroquia en la que se celebró el Solemne Triduo preparatorio a la Coronación, tras el cuál la Virgen, acompañada por la formación musical cordobesa, partió hacia la Santa Iglesia Catedral, protagonizando un recordado y emotivo traslado.
 
Tercer día de Triduo Extraordinario. Entrega de las partituras
La música comienza con un solo de trompeta que va in crescendo,  que cuando se desarrolla lo hace ya con toda la plantilla -excepto las cornetas-, pretendiendo evocar así el aplauso en el instante de la Coronación y la emoción contenida durante los momentos previos; este tema, ya con la incorporación de las cornetas, se vuelve a repetir una tercera vez, con más fuerza y brillantez. El segundo motivo recuerda a un mar en calma -real o simbólico- por el que podría estar navegando la Virgen. Su carácter sosegado representa la pureza de la Madre de Dios y la majestuosidad y elegancia que su estética e impronta actual transmiten; cuando esta melodía se repite, lo hace con mucho más cuerpo, generado a base de un contracanto con gran movimiento y de unas jubilosas y rítmicas llamadas de corneta.
 
El tema central, alegre, grácil, es un homenaje a los barrios de Santa Marina y San Agustín, populosos y devotos, que no dejaron sola a la Virgen en las décadas en las que dejó de salir en procesión; tras esta parte y antes de desembocar en el trío, se retoma la introducción, lo que provoca un gran contraste, rompiendo con la condición estática -no en cuanto a la línea melódica, sino más bien en cuanto al andar costalero- del fragmento anterior, en el que las cajas chinas y los cascabeles ponían de manifiesto que nos encontramos en la festividad de María.
 
El trío -al igual que la primera parte de la obra- se va colmatando lentamente, y precisa de dos repeticiones para culminar su intencionalidad. La música se presenta melódica, serena e íntima, y se repite con un potente contrapunto en el que los trombones y trompetas cantan una reinterpretación de la 'Salve Marinera'. Antes de la tercera repetición, ya en tutti, los saxos y los metales más aterciopelados recuerdan,  esta vez sin percusión alguna y con cierta nostalgia, la melodía central, como queriendo reflejar que no querríamos que la Virgen se recogiera en su templo.
 
En la coda, que viene a ser una vuelta al motivo inicial, se versiona la armonía y las cornetas obvian su anterior papel para entonar la Marcha Real, aportando oficialidad y subrayando la Realeza de  María.
 
 

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